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“HIDROAYSÉN NO SE HARÁ”


l buen aire, Reportajes — 12/09/2012 at 18:06

Luis Infanti, obispo de Aysén: “HIDROAYSÉN NO SE HARÁ”


por Pablo Sepúlveda
Fotografías de Jesús Letelier y Marcos Llanos
Publicado en El Desconcierto N°2, Agosto 2012


La Patagonia amenazada tiene un “eco-obispo” que sabe usar las sutilezas del lenguaje para dar un mensaje claro y directo. Aquí habla sin eufemismos del poder, de estructuras sociales inmorales e inhumanas y de un país que se vende al mejor postor. Es Luis Infanti, obispo de Aysén.
Con su “Carta Pastoral sobre el Agua” (que es en realidad sobre el estado del país y del planeta, un llamado y una denuncia ética y política pormenorizada) usted se ha propuesto jugar un rol, asumir una responsabilidad… ¿Por qué?
La Carta Pastoral “Danos hoy el agua de cada día” (http://www.iglesiadeaysen.cl/index.phpoption=com_remository&Itemid=87&func=startdown&id=1 ) quiere ofrecer una visión amplia, profunda y fundamentada frente a una grave amenaza a la Patagonia, como son los proyectos de megacentrales hidroeléctricas de HidroAysén y Xstrata-Copper. Esta situación me ha obligado a analizar el mundo global en que vivimos y de dónde proviene el desproporcionado interés de grandes empresas multinacionales por adueñarse de aguas y tierras de la Patagonia chilena y argentina; a ver los temas del medioambiente y en especial del agua, de la energía, de los conflictos que estos bienes comunes provocan cada vez más; y los enormes poderes económicos, políticos, judiciales que están involucrados en esto; y las responsabilidades que la población debe asumir en el discernimiento y las decisiones que se tomen. Mi participación en estos temas no pretende jugar un rol sociopolítico, sino ayudar a tomar conciencia y que cada cual pueda asumir el rol que le corresponde. Yo, como obispo, trato de asumir un rol ético-espiritual que es el que me corresponde. Sin embargo, los límites entre lo ético, lo político, lo cultural y lo social son imposibles de delimitar, pues se entrelazan y se complementan íntimamente.
¿Cómo le ha ido con eso? ¿Cuál es su evaluación de lo que ha pasado con su Carta?
La difusión de la Carta Pastoral ha sido impresionante, pues ha llegado a todo tipo de personas, grupos, organizaciones, de Chile, de toda América Latina y también en Europa. A raíz de los distintos temas, la Carta ha despertado interés en distintos ámbitos, sobre todo en los principales actores del sistema económico-político neoliberal excluyente, destructivo, colonizador, consumista, que, de seguir así, nos lleva a una autodestrucción del planeta y de los seres humanos. Es un cuestionamiento a quienes están tomando decisiones económicas y políticas (empresarios, gobiernos, políticos…). La invasión de multinacionales y de monopolios en Chile y en América Latina en estos últimos 30 años, apropiándose de los principales y vitales bienes naturales, desplazando a las poblaciones locales, sobre todo indígenas, no es casualidad. Responde a políticas colonizadoras del “primer” mundo, del Norte, manejados por el Fondo Monetario Internacional, por el Banco Mundial. Mi participación en las asambleas de socios de las empresas Enel de Italia y Colbún de Chile, socias de HidroAysén, parece que ha provocado molestia en sus dueños, pues se dan cuenta que ayudar a tomar conciencia a la gente de estos temas es peor que tirar bombas de racimo, pues la gente toma conciencia de las injusticias y del poder que les imponen. Desgraciadamente esto sucede con el beneplácito y el entusiasta apoyo de los gobiernos locales y nacionales. Hoy ¡nadie! quiere vivir esclavo y sometido, por la conciencia creciente de dignidad que cada persona, pueblo y cultura tenemos, sea referente a nuestros derechos, sea referente a los bienes de nuestra tierra. De allí las reacciones, la indignación, las manifestaciones, incluso violentas, que presenciamos en estos años.
¿Qué futuro le ve a la Patagonia, en la encrucijada en la que hoy se encuentra? ¿Cree que el movimiento social jugará un rol en la definición de ese futuro? Usted planteó hace poco que “si no estamos organizados, vamos a ser rápida y gustosamente devorados por los grandes poderes”…
El movimiento social es una expresión de la toma de conciencia de estos problemas: es una reacción a la violencia que estos poderes multinacionales imponen al invadir y adueñarse de bienes comunes esenciales para la vida (agua, tierra, aire), quitándoselos a quienes históricamente los han disfrutado de manera sustentable y comunitaria. En el caso del agua, estas multinacionales se la han adueñado gratuitamente y a perpetuidad. La gente de la Patagonia tiene la palabra, creo que resistirá, ojalá pacíficamente, decisiones que se quisieran tomar por los gobiernos presionados por los poderes económicos. Varios temas medioambientales y energéticos están tomando incluso cauces judiciales, y me alegra ver algunas señales, si bien es cierto aún muy débiles, en el poder judicial, que considera cada vez más los problemas de soberanía que provocan estas invasiones económicas. El lado muy positivo de estas situaciones es que impulsan a una mayor organización y agrupación de organizaciones de los pueblos, que perciben que “Tu problema es mi problema”. Aysén y su movimiento social es expresión de ello.
“Tu problema es mi problema”: ¿le diría eso al Presidente Piñera? ¿Qué le gustaría dialogar con él?
Algunos de estos temas logré conversarlos brevemente con él, pero percibí arrogancia y ninguneo, tal vez creyendo que un obispo no es experto en estas materias. Sin embargo, todos tenemos la capacidad de ser especialistas de la vida, de las sensibilidades, de las esperanzas, de las creencias, de los sufrimientos, de los desafíos y de las visiones proféticas que estos temas plantean. A todo esto le llamamos espiritualidad, que es un potencial de vida, de fe y de lucha difíciles de medir. Sin embargo, la mentalidad y postura de un sistema neoliberal lleva a actitudes de creerse dueño de las cosas, comprándolas, usándolas y desechándolas según sus intereses, gustos y deseos, llegando incluso a “usar” a las personas, comprando sus conciencias como si fueran “un objeto más”, manipulable a su gusto. Si nos dejamos manipular, seríamos cómplices de estas actitudes indignas, inmorales y antiéticas. Los buenos políticos, los indispensables políticos, son los que ponen todas sus capacidades en servir al bien común de su pueblo, especialmente a los más empobrecidos y marginados de los bienes y de la toma de decisiones, en lugar de empecinarse cada vez más en mantener cuotas de poder para sus intereses personales o de sus partidos políticos. Desgraciadamente, esto último se está viendo con mayor intensidad al acercarse las elecciones.

En su Carta Pastoral, usted se refiere a lo inhumano e inmoral de ciertos modelos económicos. ¿Se refiere al que se aplica actualmente en Chile?
Absolutamente. De hecho, en todo el país y desde los más variados sectores sociales se hacen sentir las indignaciones que provoca un sistema antidemocrático que margina, violenta y no considera el sentir, el creer, la experiencia, la cultura, la historia, la fe, las sensibilidades y los proyectos de la gente, sobre todo de los más pobres y los sin voz. Lo más importante es ver más allá, o más bien ver la raíz, las motivaciones de fondo de las manifestaciones de malestar e indignación. Entonces uno ve que estas manifestaciones surgen del malestar y de situaciones de vida indigna e inhumana provocada por una estructura política, económica y social definida en una Constitución Política que nos rige y que es defendida férreamente desde hace más de 30 años. Una Constitución que promueve la desigualdad, las privatizaciones, el poder desmedido de algunos privilegiados, la exclusión de los pobres, la mercantilización de bienes comunes, la venta del país al mejor postor. Como enfatizaba en el Te Deum de Fiestas Patrias del año pasado: “Nos desgastamos en largas discusiones para fijar los límites de un sueldo mínimo para los trabajadores, y por otro lado dejamos infinito liberalismo para los sueldos máximos y el descontrol de las ganancias”. Esto, con el pasar del tiempo, pone en serio riesgo la paz social. Los mapuche son hoy uno de los sectores que quizás refleja con mayor evidencia las consecuencias de este sistema que en Chile se ha ido fortaleciendo y radicalizando en estos 30 años, más que en otros países. El Papa Paulo VI lo llamaría un sistema “nefasto” (encíclica Populorum Progressio, 26) a lo que ya en 1931 el Papa Pio XI llamaba el “imperialismo internacional del dinero” (encíclica Quadragesimo Anno).
¿Qué hará usted si se aprueba el proyecto HidroAysén?
Tengo el pleno convencimiento de que el proyecto HidroAysén no se hará, pues la población hará prevalecer la razón, la sabiduría, la ciencia y la fe, frente a la sinrazón, al neocolonialismo y a la violencia de los poderes que quisieran impulsar estos proyectos.
Palabras suyas: “Estamos viviendo una neocolonización, se están comprando pueblos, países enteros… Más que eliminar la pobreza, lo que quieren es eliminar a los pobres”. Bastante radical ¿no?
Creo que habría que emprender una profunda campaña para declarar ilegal la pobreza –enfatiza–. En un planeta con bienes limitados, los grupos y países “desarrollados” están depredando cada vez más estos bienes. Al bienestar de los ricos, promovido por el consumismo, les molesta e indigna los reclamos y exigencias de los pobres. No es casualidad que en el mundo se dejen morir millones de personas solo por falta de agua, de alimentos o de medicamentos, y sin embargo se gastan inmensas fortunas en armamentos, en el narcotráfico, en mantener estructuras de poder, en sueldos estratosféricos e inmorales de deportistas, artistas, empresarios. Es una estructura social creada por algunos para eliminar a otros. Este es un problema esencialmente ético, inhumano, inmoral, espiritual, además de social, político, económico, cultural. Los expertos aseguran que el planeta tiene la capacidad, actualmente, para alimentar el doble de la actual población. Por lo tanto, no es un problema de cantidad y calidad de bienes, sino de estructura.
Que el 96% de las aguas de la Patagonia estén en manos de una empresa extranjera no es causalidad, sino que obedece…¿a qué?
A que la Patagonia es uno de los lugares privilegiados del mundo donde hay mayor abundancia de agua dulce. El agua es un elemento esencial e indispensable para la vida. Sin agua no hay vida. No habrá agua en polvo. Es un derecho, un bien común. A pesar de que el planeta tiene la misma cantidad de agua de hace millones de años, hoy una creciente cantidad es contaminada e inutilizada en variadas necesidades: humanas, agrícolas, industriales, energéticas, mineras… Aumentan cada vez más los conflictos por su uso para todas estas necesidades. ¿A qué le damos prioridad? Ser dueño del agua, hoy, es tener más poder que ser dueños del petróleo, de la tecnología o de la ciencia. Es tener poder sobre las personas, los pueblos y las culturas. Por lo tanto no es casualidad que la Patagonia, eternamente abandonada y olvidada, sea hoy botín de conquista de transnacionales. Por eso la Patagonia lucha, junto a tantos otros grupos y organizaciones mundiales conscientes, responsables y visionarias, por el agua bien común, derecho humano, que no puede ser privatizada y menos comercializada. Recordemos además que en Chile la Ley de Aguas de 1981 otorga la propiedad, la gestión y la distribución a una misma mano, y ha sido entregada gratuitamente y a perpetuidad a Endesa de España, hoy adquirida por Enel de Italia. Investiguen quienes fueron los responsables de este “regalito”.
¿Qué podemos aprender de los pueblos originarios respecto de su visión y su manera de gestionar el agua?
Los pueblos originarios tienen una vivencia con la madre tierra y cada uno de sus elementos, sobre todo el agua, de gran respeto y comunión, se sienten parte integrante y dependiente de la tierra. Su vivencia y su creencia hace que los bienes sean siempre comunes. Los consideran un don de Dios, que hay que cuidar, amar, respetar. Es la misma visión y espiritualidad que tienen las religiones. El catolicismo la considera nada menos que en los sacramentos (bautismo, eucaristía, bendiciones…) y en la Biblia aparece incluso antes del relato de la creación: “el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas” (lo dice el Génesis). San Francisco la llamaba “hermana agua, hermana tierra”.
Vivimos una época de cambios, cuya resolución no está clara. ¿Para dónde le gustaría que fuese ese cambio?
Confío en que si se ha estructurado un sistema tan nefasto y perverso, la inteligencia, la sabiduría y el amor puedan crear con mayor razón un sistema más justo, solidario, equitativo, humano y fraterno. Es el gran desafío de la humanidad en esta nueva época que estamos enfrentando, donde los esquemas del pasado ya no tienen validez. Estamos llamados a ser los padres de los tiempos nuevos y no los hijos de los tiempos pasados. Y en esa desafiante misión nadie puede ser excluido.