La batalla por el clima

Por Raúl Sohr / Columnista LN

Los sectores establecidos superan en una proporción de uno a siete a los ambientalistas. La asimetría es aún mayor si se consideran los fondos con que cuenta cada sector.

EEUU es responsable por casi un cuarto de las emisiones de dióxido de carbono o CO2. Los intereses creados para mantener el statu quo son enormes, con las empresas petroleras, mineras y eléctricas a la cabeza. También hay fuerzas económicas y políticas poderosas volcadas a detener las emisiones e impedir un aumento del calentamiento global. Las fuerzas de asalto de uno y otro bando, en Washington, son las legiones de lobbistas, individuos contratados por ciertas organizaciones para representar sus puntos de vista. La forma civilizada y democrática, exigida por ley, de buscar influir a los legisladores y los formadores de opinión pública pasa por declararse públicamente como lobbista. El que se sepa para quién trabajan los lobbistas es un buen paso, pero no agota el problema, porque se trata de una confrontación asimétrica en extremo.

En estos momentos, a las puertas de la gran conferencia sobre cambio climático de Naciones Unidas, en Copenhague, los diversos lobbistas despliegan todos sus medios. El alineamiento de fuerzas, siempre en EEUU, es el siguiente: a favor de los grupos de interés industriales hay 2 mil 349 lobbistas, en tanto que las huestes ambientalistas suman 314 individuos. El campo de los defensores de las prerrogativas del gran capital se subdividen así: 784 por el sector industrial, 484 por las generadoras y distribuidoras eléctricas, 319 por el petróleo y el gas, 260 por los sistemas de transporte, 188 por las empresas vinculadas al agro, 159 a favor de Wall Street y del sistema financiero, una centena por la minería y el carbón, 91 por las compañías constructoras y de ingeniería. Del otro lado, hay 176 lobbistas focalizados en temas ambientales y de salud pública. A ellos se suman otros 138 dedicados a promover las energías alternativas.

Éstas son las personas que realizan activismo para cada grupo señalado. Los sectores establecidos superan en una proporción de uno a siete a los ambientalistas. La asimetría es aún mayor si se consideran los fondos con que cuenta cada sector. Por ejemplo, la American Coalition for Clean Coal Electricity, que agrupa a varias empresas eléctricas, minas de carbón, ferrocarriles e industrias, gastó en 2008 casi diez millones de dólares en su activismo en el Congreso y la Casa Blanca.

Ha sido dinero bien gastado de parte de los grandes grupos económicos, porque han logrado persuadir a un sector importante de los estadounidenses de que el calentamiento global es una amenaza remota. En una encuesta reciente, el cambio climático figuró en el lugar 20 entre las preocupaciones de los encuestados. Tan sólo 30% respondió que el aumento de las emisiones y de las temperaturas del planeta constituía una prioridad importante. Esto se compara con 38% que lo consideraba como una amenaza en 2007. Consultados acerca de la importancia de proteger el medio ambiente, 41% de los estadounidenses respondió que era importante, contra 57% hace dos años. En este sentido, EEUU camina en una dirección contraria al resto del mundo. En una escala de uno a diez, los norteamericanos muestran una preocupación medioambiental de 4,7. En cambio, los mexicanos la sitúan casi al tope de la escala con nueve, los chinos, aunque algunos no lo crean, en 8,9; los británicos 8,2; en tanto que los rusos 7,4.

En Copenhague será discutido cómo debe proceder el mundo ahora que el Protocolo de Kioto llega a su fin. La esperanza para muchos es que se logre un acuerdo que limite las emisiones de gases de efecto invernadero. Ésa es la única forma de librar al planeta de una serie de plagas similares, según la Biblia, a las que asolaron al antiguo Egipto. Quedan pocas semanas y el panorama no se ve alentador. Los grandes lobbistas han hecho bien su trabajo. Mucho dependerá ahora de las opiniones ciudadanas.

Fuente: www.lanacion.cl
Publicado el Viernes 30 de octubre de 2009

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